ERA UNA PERSONA DE ESAS, QUE MURIÓ JOVEN COMO SOLO UN ALMA VIEJA PUEDE HACER...

PASAD...

PASAD...

¿JUGAMOS?

¿JUGAMOS?

¿QUÉ OPINAS DE MI BLOG?

¿QUÉ OPINAS DE MI BLOG?

miércoles, 26 de mayo de 2010

VIVO Y MUERO EN EL MAR




Hoy hace un año que este blog cobró vida. Esta fue la primera historia que escribí, la primera de tantas. Ahora mi inspiración duerme, tal vez, se la haya tragado el mar...un abrazo para todos y gracias por leerme.


Cae la noche en un pueblo costero. El viento sopla con fuerza, la playa se va quedando desierta y las luces de las casas se encienden tímidamente. En una de esas blancas casitas vive Miguel, un viejo pescador que aún a sus ochenta años se sigue emocionando cada vez que desde su ventana ve el mar, su amado mar... El vaivén de las olas le recuerda a Teresa, la que fue el gran amor de su vida durante más de cincuenta maravillosos años. Hace dos meses, una terrible enfermedad se la arrebató y Miguel cada noche soñaba en reencontrarse con ella, abrazarla una vez más, sentir su perfume, el tacto de su piel…
El anciano no podía dejar de llorar cuando recordaba las dulces palabras de Teresa en el lecho de muerte.
-No sufras Miguel mi amor, algún día volveremos a encontrarnos. Igual que las olas del mar no pueden detenerse, mi corazón tampoco lo hará, ni ahora ni nunca. Cierra los ojos y escucha…sólo estaré dormida, será mi profunda respiración la que se mezcle con el oleaje.
Sus manos marchitas acariciaban una y otra vez la fotografía de su mujer que descansaba en la mesita de noche.
El corazón de Miguel se hacía cada vez más pesado, cada latido era una pulso a la vida, una vida que ya no deseaba si no era junto a su amada. Los días eran largos y las noches más todavía. Mientras el pueblo dormía, la luna iluminaba la soledad de Miguel, que ahogaba su llanto contra la almohada.
Las horas pasaban y el anciano, no podía dejar de escuchar el rugir del oleaje. Sentía que Teresa lo llamaba, que esta vez sí podría dormir plácidamente junto a ella.
Sin pensarlo dos veces, Miguel se levantó y decidió bajar a la playa .Una vez allí se quitó la ropa y avanzó lentamente hacia la inmensidad del mar. Sus pies desnudos se hundían en la fría arena y las olas acariciaban su piel. Mientras su cuerpo se adentraba en el agua, Miguel sentía una sensación de calidez infinita, una agradable plenitud que jamás pudo haber imaginado. Sus ojos se entornaron al sentir el tacto de unas manos en su pecho…sintió de nuevo en su piel las anheladas caricias de Teresa. Extendió los brazos y juntos entrelazaron las manos con fuerza. Miguel no podía más que llorar de felicidad. Por fin podría volver a estar junto a su querida Teresa.
De repente, la marea comenzó a subir, las olas rompían violentamente contra las rocas. El mar enfureció, no podía permitir que el sueño de un mortal se hiciera realidad. Las almas que en él habitaban las elegía caprichosamente. El oleaje desencajó de nuevo las manos de los enamorados y expulsó con fuerza al anciano dejándolo abatido en la arena, tumbado, ya sin aliento... murió en apenas unos segundos al sentir de repente la desesperación tan grande de perder de nuevo a su amor.. Los gritos de dolor de Teresa se oyeron por todo el pueblo. El mar había sido testigo de su encuentro y causante de su separación eterna.

sábado, 8 de mayo de 2010

MARIPOSAS NEGRAS




No sé si tengo los ojos abiertos o cerrados, tengo la oscuridad incrustada en mi alma. Mariposas negras a los pies de mi cama se balancean al compás de una muerte esperada. El viento ondea las finas cortinas de mi habitación. Cae la noche ¿puedes oir mi llanto? Alaridos huecos que fluyen por mi sangre.
Me siento como un animal contra los faros de un coche. Contorsiono mi cuerpo atado con una cuerda invisible, no puedo deshacerme de ella.
Revolotean las mariposas sobre mi cara. Es el idioma del que no puede sentir más que dolor, del que no puede ver algo bello en su mundo interior.
La luna se cubre la cara con nubes negras para poder observar discretamente.
Oigo un violín a lo lejos, una dulce melodía me acompaña en esta noche eterna dónde mis invitadas apuran mi final doblegando sus alas a modo de aplauso. Como animales carroñeros esperando su festín.
Mientras mis lágrimas empapan la almohada, caigo en un profundo sueño dónde nada será real al despertar, nada entristecerá mi alma y podré deshacerme de las cuerdas que rodean mi libertad.