
Oigo llover desde mi cama. Las cortinas corridas me mantienen a salvo de la luz. Las pesadillas parece que han cesado, pero yo sigo temblando. Miro mis manos cortadas por el frío. Estoy rígida. Mis ojos deambulan por la habitación. Espero una señal para levantarme, alguna razón para seguir viviendo. Nada.
Las sábanas me cubren medio cuerpo. Lo imagino cubierto totalmente, como si estuviera muerta, como si hubiese dejado de respirar este aire espeso y gélido.
Oigo risas en las calles adornadas. Alguien es feliz ¿puede serlo realmente?. La tormenta no cesa y yo no puedo moverme todavía.
La sirena de una ambulancia retumba en mi cabeza, puede ser que venga a buscarme a mi, a mi alma. No. Nadie sabe que existo, ni siquiera yo me lo permito. No soy nadie.
De repente oigo gritos en la calle. La gente corre bajo la lluvia. Algo grave ha ocurrido. Sonrío. Ya nadie parece contento, ¿qué habrá pasado?.
Me levanto muy lentamente, mis pies descalzos se acercan a la ventana. Descorro las cortinas y siento palidecer.
Está lloviendo sangre.
Todo el mundo corre de un lado para otro, nadie atiende a nadie. Las calles rojas parecen resbaladizas. Veo a una anciana intentando levantarse del suelo. Está empapada y nadie la ayuda. Un niño se le acerca pero apenas le hace caso. La madre lo agarra de la mano y salen a toda prisa dejando a la mujer en el suelo. Restos de compras navideñas desperdigados por todas partes. Perros olisqueando la sangre. Un espectáculo dantesco. Gotas de sangre empapan la ciudad y en lo alto de la iglesia un enorme cartel luminoso con el mensaje: FELIZ NAVIDAD.