
Entro en mi habitación, abro el armario y de entre la ropa y cajas de juguetes descubro de nuevo mi obra. Aún sigue inacabada, no sé en qué momento la daré por terminada, pues mi objetivo no está claro. Es el placer por el placer, mirar los restos de la vida arrebatada impunemente. No soy culpable de nada, a los ojos de todos soy una niña y no entiendo lo que está bien y lo que está mal. Mis dibujos delatan la perturbación de mi mente, pero eso nadie lo sabe. A los ojos de los mayores garabateo cosas parecidas a una casa con jardín, una familia, e incluso un perro, cuando lo que en realidad deseo es dibujar a ese mismo perro abierto en canal en medio del jardín. Quizás sea duro escuchar palabras crueles en un niño, no lo sé…yo sólo actúo como soy y eso debería alegrar a los mayores, pues yo me acepto a mi misma…son ellos los que sé que no lo harían.
Mis padres siempre han sido muy buenos conmigo, nunca me ha faltado de nada. Jamás me han pegado ni han dicho una palabra más alta que la otra. En el vecindario somos una familia muy bien considerada.
Todos los domingos por la mañana acudimos a misa de once. Es uno de mis momentos preferidos. En la iglesia imagino que mi presencia incomoda a Dios y que no puede evitar amarme como a los demás. Yo sonrío y lo miro desde el banco de madera, me arrodillo y finjo que rezo. Al salir, mis padres siempre se quedan charlando con los vecinos y yo aprovecho para escaparme para jugar en el cementerio. Ensucio mis zapatos de charol con la tierra del camposanto. Es tierra sucia, muerta …me gusta su olor. No me dan miedo los muertos, sólo están durmiendo bajo tierra. A veces tiro piedras a las tumbas para intentar despertarlos, otras me acerco y les susurro cosas, como que se merecen estar ahí…o que voy a ir al cine y a comerme un helado y que ellos ya no podrán hacerlo nunca más…
Al volver a casa siempre pienso que mi alma está limpia de nuevo y que nada de lo que he hecho anteriormente cuenta en la lista de los pecados semanales…
Miradme, soy inocente, pura…. angelical. Nadie puede imaginar lo que escondo en mi armario, nunca, nadie lo adivinaría…
De todos modos, sé que hay unas palabras mágicas para borrar toda culpa en el caso de que descubrieran mis tesoros …y es que ¿quién puede enfadarse con un niño? Unas cuántas lágrimas y…
¿ME PERDONAS?